sábado, noviembre 11, 2006

Amar

No es ternura el fuego de una pasión, sino la suavidad de una caricia. No es ternura el oleaje que se desborda, sino el beso del cielo con el mar. No es ternura la montaña que nos sobrecoge, sino la macetica de violetas africanas perfumando en la ventana, al estilo Katiuska. No es ternura lo grandioso, sino el detalle.

No es ternura lo que se da, sino lo que trasluce. No el sol que calcina, sino la luna embrujada. El fuego que abraza, sino el leño que se consume. No es ternura lo que sobresalta sino la insinuación.

La ternura vitaliza al viejo, duerme al niño, desarma al hombre. Parece por momentos olvidada, y hay que revivirla para hacer que la vida sea inolvidable.

La ternura parece pequeña y agranda el corazón. El beso sincero, el apretón cálido de manos, el abrazo inesperado, la mirada llena de cariño que dice: «¡Estoy aquí!» La ternura es frágil. En los niños abunda. La caricia no reclama caricia. Crecemos y olvidamos. Intentemos revivirlas. Está en las pequeñas cosas cotidianas.

Si me ves cansado, fuera del sendero, ya casi sin fuerzas para hacer camino, sintiendo que la vida es dura, porque ya no puedo, porque ya no sigo, ven a recordarme cómo es un comienzo, a desafiarme con tu desafío. Muéveme el alma, vuélveme al impulso, llévame a mí mismo. Sabré encender mi lámpara en el tiempo oscuro, el viento frío, volveré a ser fuego desde brasas quietas, que alumbre y reviva mi andar peregrino.

Vuelve a susurrarme aquella consigna desde el primer paso, muéstrame la garra que se necesita para levantarse.

Si me ves cansado sin ver más espacios que el de los abismos, trae a mi memoria que también hay puentes, que también hay alas que aún no hemos visto. Que vamos armados de fe y de bravura que seremos siempre lo que hemos creído.

Que somos guerreros de la vida plena, que todo nos guía hacia nuestro sitio, que en un primer paso, y en un nuevo empeño, nos lleva a la forma de no ser vencidos.

Que el árbol se dobla, se agita, estremece, deshoja y retoña, pero queda erguido. Que el único trecho que da el adelante es aquel que cubre nuestro pie extendido.

Si me ves cansado, solitario, triste y herido, siéntate a mi lado, tómame las manos, entra por mis ojos hasta mi escondrijo y dime ¡se puede! e insiste, ¡se puede!, hasta que yo entienda que puedo lo mismo. Que tu voz despierte, desde tu certeza, al que de cansancio se quedó dormido. Y tal vez si quieres, préstame tus brazos, para incorporarme, nuevo y decidido.

Que la unión es triunfo cuando hombro con hombro vamos, con el mismo brío. Si me ves cansado lleva mi mirada hacia tu camino. Hazme ver las huellas, que allá están marcadas, un paso tras otro por donde has venido. Y vendrá contigo una madrugada, la voz insistente para un nuevo inicio, que abrirá otro rumbo porque sí, he creído que siempre se puede, se puede, mi amigo.

Ama al hombre que te llame bonita en lugar de sexy, que vuelve a llamarte aunque le cuelgues el teléfono, que se queda despierto para verte dormir. Al que bese tu frente, a quien te enseña el mundo cuando estás desarreglada.

Al que no le importe si engordaste o adelgazaste en los últimos años. A quien te diga: ¿Qué quieres comer, que yo cocino? Al que tome tu mano frente a sus amigos. A quien te dice constantemente que le importas y cuando te presenta a sus amigos diga: «Es ella».

Ámalo pues él te ama y difícilmente dejaría de hacerlo.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal